EL ESCALERO

Publicado en por ORION

El mendigo asesino - Escalero

Francisco García Escalero "El Escalero" o "El mendigo asesino" es otro de los asesinos en serie españoles de los últimos tiempos. Mendigo de profesión, sin domicilio fijo. Confesó ser el autor de un total de 15 crímenes cometidos en los últimos años. Sus víctimas eran mendigos de ambos sexos, preferentemente varones. Enfermo mental se dedicaba a pedir limosna en la puerta de las Iglesias. Había sido detenido varias veces por violador de tumbas, necrófilo...

 
Escalero nació en Madrid, el 24 de mayo de 1954. Creció junto a su hermano mayor entre las chabolas de un barrio madrileño cercano al cementerio de la Almudena. Fue un niño raro, de carácter extraño, melancólico, enfermizo, solitario, al que gustaba pasearse por las noches entre las tumbas del cementerio.En su infancia sufrió impulsos suicidas tales como tratar de cruzar la carretera cuando pasaba un coche, lo que irritaba a su padre, y por ello, sufrió brutales palizas.
En 1973 ingresa en un reformatorio tras haber robado una motocicleta, y justo al salir de allí, a los 21 años comete su primer delito de importancia: junto a unos amigos atraca a una pareja en las inmediaciones del cementerio de la Almudena. Violan a la joven en presencia de su novio, por lo que fue condenado a 12 años de cárcel. En la prisión se cubre el cuerpo con tatuajes, algunos con frases tan significativas como: “Naciste para sufrir”. Al salir de prisión, con treinta años, sin amigos ni formación alguna, le resulta imposible encontrar un empleo y comienza a vagabundear y a practicar la mendicidad en los alrededores de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima.Le gustaba beber en enormes cantidades mezclando pastillas con alcohol, por lo que a veces mostraba un comportamiento agresivo y muy violento.
También sufre alucinaciones auditivas, una serie de voces que le piden que cometa nuevos crímenes y que profane cementerios. “Las voces se ríen de mí. Me dicen que quieren sangre. Entonces le saqué el corazón. Y mordí un trozo...” “Iba por la calle como si no existiese, no chocaba con la gente, era como si no tuviera cuerpo. Me miraba a los espejos como si no fuera yo, no me reconocía. Llegué a pensar que podría ser un espíritu, otra persona que se había metido en mi. Oía voces interiores, me llamaban, que hiciera cosas, cosas raras, que tenía que matar, que tenía que ir a los cementerios”.
Atormentado por las voces, Escalero inicia su desenfrenada carrera asesina. No fue muy lejos en busca de sus víctimas, sino que las eligió entre mendigos y prostitutas. Su primera víctima es Paula Martínez, una prostituta toxicómana con la que contacta en la calle Capitán Haya, de Madrid. En agosto de 1987, Paula aparece en las afueras de Madrid decapitada y calcinada. “No sé si estaba en un sueño o algo que me pasó por la cabeza. No recuerdo mucho”.
La cogí en la Castellana y luego la maté y le corté la cabeza”. Nueve meses después, en marzo del 88, Francisco asesina a un mendigo llamado Juan, le apuñala por la espalda y le aplasta la cabeza con una piedra. Apenas unos meses después otro sin techo que compartió muchas jornadas con él en los comedores de la beneficencia, aparece quemado y muerto junto a la tapia del cementerio de Aluche. Así continúan nuevos asesinatos. Sus víctimas son cada vez más numerosas, y sus crímenes más brutales sin dudar en cometer las más diversas atrocidades: cose los cuerpos a cuchilladas por la espalda, les machaca el cráneo con piedras o los decapita sin más, a algunos incluso les saca las vísceras o el corazón con una navaja (a veces incluso probando un bocado de estas partes mutiladas). Luego, para borrar el rastro, quemaba lo que queda de los cadáveres, les cortaba las yemas de los dedos.
Los asesinatos los alternaba con macabras orgías de necrofilia y profanando las tumbas de los cementerios. De vez en cuando saltaba las tapias del cementerio de la Almudena y bajo el efecto de la mezcla de alcohol y drogas, rompía algún nicho, sacaba los cuerpos de la fosa y abusaba de ellos sexualmente. Así, se creyó, y posiblemente aún se siga creyendo, que profanaciones tan conocidas en dicho cementerio, como la del 10 de abril de 1986 o la del 13 de noviembre de 1986, eran obra de una secta satánica o algún adorador del Diablo, cuando se trataba de la obra de un asesino en serie psicótico...
En marzo de 1989, un mendigo llamado Ángel, aparece semidecapitado y con las yemas de los dedos amputadas. Dos meses después, en mayo, un indigente de 65 años llamado Julio, aparece con el cuerpo cosido a puñaladas, el pene amputado y su cuerpo carbonizado. La policía de homicidios de Madrid, cree que entre estasmuertes no existe conexión alguna...
Escalero, no ceja en su impulso asesino, sus siguientes cinco víctimas aparecen también mutiladas, quemadas y decapitadas. La investigación criminal no encuentra solución a este macabro rompecabezas. Hasta que pasados siete años desde el primer crimen, la policía se pone en la pista cuando Francisco y su amigo y compañero de correrías Víctor Luis Criado se fugan juntos del hospital psiquiátrico Alonso Vega de Madrid. Juntos se dedican a beber. Cuarenta y ocho horas más tarde, Víctor aparece muerto con el cráneo hundido y quemado entre papeles y mantas en la tapia de la iglesia de los Sagrados Corazones.
Después de cinco años cometiendo asesinatos, un día esas voces le inciden a suicidarse, y Escalero se arroja delante de un coche, pero sólo se fractura una pierna. Una vez en el hospital, confiesa sus crímenes a las enfermeras y les suplica que le detengan porque no quería seguir matando. Escalero es detenido y confiesa: “Compré bastante vino, y él también bebió. Recuerdo que le di con una piedra en la cabeza y... luego lo quemé...” En Abril de 1994, en Madrid, saltó a los medios de comunicación la noticia de que un mendigo de 39 años, Francisco García Escaleno, mató a sangre fría a 11 personas. Fue la primera confesión, a partir de ella Francisco García Escalero relató a la policía uno por uno, catorce asesinatos. No ahorró detalles, incluyendo la satisfacción que experimentaba cuando mantenía relaciones sexuales con los cuerpos sin vida de las víctimas, o lo que les costaba matarlos. “Lo maté. Estuvimos bebiendo en el parque al lado del cementerio y tomando pastillas. Me las pedía el cuerpo para poder hablar mejor. Luego le dije dónde íbamos a dormir y en el cementerio sentí las fuerzas, me daba impulsos, cogí una piedra y le di en la cabeza y luego le quemé con periódicos y luego me fui a dormir al coche y al día siguiente al día siguiente al hospital. Ahora me siento con la mente en blanco, como si estuviera muerto”. Fue juzgado en febrero de 1995. El informe de todos los forenses coincidió en que su peligrosidad continuaba, pero no era responsable de sus actos, el mendigo asesino fue absuelto por enajenación mental, producto de su alcoholismo crónico y su esquizofrenia. En la actualidad, sigue recluido en el psiquiátrico penitenciario de Foncalent en Alicante, y según el personal del centro, no ha vuelto a mostrarse agresivo

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