HISTORIA NO OFICIAL DE UNA ABDUCCION

Publicado en por ORION


Cabo Valdés: historia no oficial de una abducción

Veinticinco años después del encuentro OVNI más famoso y polémico de sudamérica, AÑO/CERO ha viajado hasta la Primera Región de Chile en compañía de uno de sus protagonistas. A pesar del tiempo transcurrido, los detalles de la experiencia sufrida por una patrulla del ejército chileno hace un cuarto de siglo continúan envueltos por un halo de misterio. Este ha sido el resultado de nuestra investigación en el lugar de los hechos...

Cristian Riffo

Abril de 1977, Primera Región de Chile. Como todas las noches, un grupo de jóvenes soldados del ejército chileno destinados en Putre vigilan celosamente las caballerizas ubicadas en la Pampa Lluscuma. Son las 3:40 de la madrugada. Pedro Rosales y Juan Reyes se encuentran realizando la guardia. De pronto, dos extrañas luces rompen la monotonía y llaman su atención. Algo asustados, los militares corren hasta el lugar donde descansa el resto de la patrulla. «¡Vengan, vengan a ver lo que ocurre en el cerro! ¡Hay una luz gigante!». Alertados por sus compañeros, toda la patrulla, incluido el cabo Armando Valdés -al mando del grupo-, se levanta y sale a observar el misterioso fenómeno. Ocho militares chilenos estaban a punto de enfrentarse con lo desconocido. «Apaguen la fogata», les ordenó Valdés. Los asustados reclutas no podían entender lo que estaban viendo. En la distancia, dos luces no identificadas destacan en la oscuridad. Una de ellas parecía estar posada tras uno de los cerros. De pronto, la otra comenzó a aproximarse hasta su posición. El OVNI lo iluminaba todo. Ante la cercanía del objeto, Valdés ordena a sus hombres que se coloquen en posición de combate. «¡Si algo pasa, que nos pase a todos juntos!», les dijo.

El suboficial decide adelantarse hacia la luz y, mientras avanza, grita al intruso: «Identifíquese». En ese preciso instante, el cabo desaparece de la vista de sus hombres. Durante 15 minutos se produce una búsqueda tan frenética como infructuosa. No hay rastro de Valdés, pero el OVNI continúa en el mismo lugar. De pronto, y de forma inexplicable, el militar reaparece de la nada, ante el asombro del resto de la patrulla. Sin embargo, aquel parecía otro hombre. Estaba en un estado de trance, decía cosas incoherentes y se reía sin motivo aparente. Los soldados, sin entender lo que ocurre, lo acercan hasta la fogata. Allí, junto al fuego, Valdés pronunciaría una enigmática frase que continúa imborrable en la mente de sus hombres: «Ustedes no saben quiénes somos, ni de donde venimos... pero volveremos». Durante toda la noche Valdés permanece en ese estado. Los reclutas, además, se percatan de dos extraños detalles que aumentan aún más el misterio: la barba del cabo había crecido de manera inexplicable –a pesar de que se había afeitado ese mismo día–, y el calendario de su reloj se había adelantado cinco días, marcando la fecha del 30 de abril.

Esta viene a ser la historia «oficial» del suceso, como fue recogida por los periódicos de aquella fecha y repetida hasta la saciedad en distintos medios. Pero, ¿fue exactamente eso lo que ocurrió?

La supuesta abducción del cabo Valdés se ha convertido en uno de los casos más estudiados y conocidos de Chile y América Latina. Los medios de comunicación fueron censurados cuando se hicieron eco del incidente y, por si fuera poco, el estamento militar llevó a cabo una investigación oficial en toda regla. El pasado mes de abril, el famoso y polémico caso cumplía 25 años. A pesar del tiempo transcurrido, las dudas y el misterio siguen envolviendo la historia vivida por aquellos soldados. Por este motivo, nuestro viaje a la localidad de Putre, en la Primera Región de Chile, era de vital importancia. Por primera vez, uno de los protagonistas regresaba al lugar de los hechos.

Destino: Putre

Tras un viaje de algo más de tres horas, llegamos al Aeropuerto de Chacalluta, en la ciudad de Arica. En este mismo lugar se produjo el primer avistamiento de un OVNI reconocido oficialmente por la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC). Este mismo caso, motivaría más tarde la creación del Comité de Estudio de Fenómenos Aéreos Anómalos (CEFAA), organismo oficial encargado de la investigación del fenómeno OVNI en Chile.

Salimos desde Arica y enfilamos por la carretera internacional que lleva hasta el Lago Chungará, gran atractivo turístico de la zona. Poco a poco el paisaje comenzó a cambiar. Hermosas colinas y grandes precipicios lo inundaban todo. En la parte trasera de la camioneta me acompañaba Raúl Salinas, unos de los reclutas protagonistas del increíble caso. Aquella era una oportunidad única para intentar dar respuesta a las múltiples preguntas surgidas a lo largo de las últimas dos décadas. «A nosotros nos traían en camiones hasta Putre desde el Regimiento Huamachuco de Arica. Nos llevaban por este mismo camino. La primera vez nos llevaron de noche. Recuerdo que estuve dos años en Putre, casi todo el Servicio Militar», me dice mientras mira el paisaje a través de la ventana. Noté en su voz algo de nostalgia al recordar esos años de servicio en el ejército.

Tras recorrer 145 kilómetros llegamos hasta nuestro destino final: la localidad de Putre. Situada a 3.500 metros de altura, sus escasos 2.800 habitantes pueblan una superficie de casi 6.000 kilómetros cuadrados. Desde un mirador situado en el camino, tuvimos nuestra primer aproximación al lugar. Hoy ese punto es paso obligado para los turistas. "Allí está el regimiento. todas esas construcciones son nuevas. Y allá al fondo está la Pampa Lluscuma, donde ocurrió todo" nos señala Salinas.
Nuestra primer visita fue al Regimiento de Montaña Huamachuco, lugar desde el que salió la patrulla militar a las órdenes de Valdés aquel lejano 25 de abril de 1977. Los dormitorios utilizados por los soldados se encuentran hoy abandonados y fuera del recinto del regimiento. «Aquí era donde dormíamos. Aquí estaban las literas, y desde este lugar salimos para hacer la guardia aquel día. Comenzábamos el turno a las ocho de la mañana, y no terminábamos hasta el otro día a la misma hora» nos relató Salinas, mientras observaba a través de los cristales rotos lo que quedaba del lugar. Hay que recordar que por aquel entonces, el Regimiento Huamachuco tenía como cometido el cuidado de los caballos para uso militar.

Tras recorrer un camino de tierra durante dos kilómetros, llegamos hasta las abandonadas caballerizas, escenario del encuentro con el OVNI. A la entrada nos recibe un llamativo letrero que nos informa de que pisamos suelo militar. Este lugar, que fue protegido por personal del ejército chileno durante años, permanece hoy completamente abandonado.

En 1977, cuando tuvo lugar el incidente, el recinto albergaba cerca de 1.000 caballos. Era una reserva estratégica ante la complicada situación limítrofe que vivía Chile. Por ese motivo se realizaban una serie de guardias nocturnas. La noche del 25 de abril, se encontraban en el lugar los reclutas Humberto Rojas, Iván Robles, Germán Riquelme, Raúl Salinas, Pedro Rosales, Juan Reyes y Julio Rojas. Todos ellos estaban bajo el mando del cabo Armando Valdés Garrido. Su misión: custodiar el lugar y proteger al ganado. «Había que estar atentos a que los caballos no salieran de los muros de piedra, porque se comían el pasto de los alrededores y los lugareños reclamaban a nuestros superiores. Pero era un turno tranquilo y a mí me gustaba hacerlo», nos señaló. La Pampa Lluscuma, donde nos encontrábamos, forma parte de la quebrada de Chilcacagua. Para nuestra sorpresa, el lugar tenía más vegetación de la que uno pudiera imaginar.

Versiones contradictorias

Quizá los medios de comunicación tengan gran responsabilidad en ello, debido a que la mayoría de las noticias y reportajes eran acompañados por fotografías de paisajes desérticos y desolados. Nada más lejos de la realidad. Al bajar de la camioneta, Raúl Salinas recorre el lugar con su mirada y se emociona. El recuerdo de los hechos allí ocurridos afloran en su mente.

En el año 2000, durante una entrevista transmitida por el Canal UCV de Valparaíso, el escritor e investigador español Juan José Benítez señaló que había testigos civiles de la experiencia vivida por la patrulla del Cabo Valdés. «Es una familia de Aimaras que vivía a muy corta distancia» dijo.

Con la intención de corroborar esta información, recorrimos el lugar en busca de dichos testigos. Así encontramos a Miguel Huanca Limarí. Él y su familia viven a menos de 800 metros de las caballerizas. «Nosotros ese día dormimos en Putre, y no vimos nada. Pero al día siguiente supimos lo que había pasado con el cabo Valdés», comentó. Descartado este testigo, sólo había un segundo personaje que pudiera facilitarnos información: Venancio Luque, que hoy tiene 80 años y que vivía en aquella zona. Aunque no pudimos hablar con él debido al delicado estado de salud en que se encuentra, su nuera –quien también estaba esa noche en la casa– nos aseguró que nadie vio nada anormal. «Nosotros estábamos en la pampa, pero no vimos el OVNI», nos señaló. Uno de los hechos que más discusiones ha provocado es si la patrulla iba armada cuando sucedieron los hechos. Salinas es tajante al afirmar que esa noche no llevaban armas. Sin embargo, en una entrevista realizada por el noticiero Meganoticias, el hoy ex suboficial Armando Valdés afirmó que sus hombres sí iban armados. «Nosotros, como soldados, estamos preparados para enfrentarnos a cualquier cosa. El ejército entrena a los hombres para que afronten diversas situaciones. Les describe objetivos que conocen y con los que se tienen que enfrentar. Pero esa noche estábamos ante un objeto que era totalmente desconocido para nosotros, y que nos infundía miedo. Obviamente, por alguna razón olvidamos que eramos soldados y que teníamos armamento, y no hicimos nada», aseguró Valdés.

Por su parte, mientras recorríamos el lugar de los hechos, Salinas nos aseguró una vez más que aquella noche no iban armados. «Ese día nosotros no llevábamos armas. Valdés tenía miedo de que alguno de los hombres se autolesionara. Cabe la posibilidad de que Valdés tuviera algún arma, pero si fue así, nosotros no sabíamos nada», asegura.

El suceso protagonizado por Valdés y su patrulla no es el único misterioso que se ha recogido en la región. El 3 de enero del año 1977, tres meses antes que ocurriera el famoso incidente de la patrulla militar, el diario La Estrella de Arica recogía en su portada el siguiente titular: OVNIs sobre los cielos de Putre. El reportaje mostraba una serie de fotografías captadas sobre la localidad de Chucuyo por reporteros del propio periódico. «Desde el punto en que se realizó la observación, el OVNI presentaba un continuo cambio de colores, pasando del azul intenso al amarillo, luego a verde y finalmente a un blanco brillante», señalaba la información. Revisando los diarios de la época pueden encontrarse relatos de muchas personas que aseguran haber visto extraños fenómenos luminosos sobre los cielos de la zona.

Otro caso, aún más sorprendente, tuvo lugar en junio de 1974. En aquellas fechas, un niño boliviano llamado Lucio Quevedo Lazarte, estudiaba en la pequeña Escuela de Putre, donde permanecía interno. El chico era un buen estudiante, y entre sus responsabilidades estaba la de cuidar del televisor de la escuela. El 27 de junio, Lucio se acostó muy temprano, como era su costumbre. A las tres de la madrugada le despertó un ruido que venía desde la sala del televisor. Se levantó y fue hasta allí, y encontró a un «hombre» de pelo muy corto y blanco. Iba vestido con un traje negro, brillante y que terminaba en un cuello cerrado. En el brazo tenía un brazalete y sus manos estaban enfundadas en guantes. Además, llevaba un extraño cinturón metálico con rombos y esferas. El muchacho, pensando que aquel hombre venía a robar, le pidió que no se llevara las cortinas que cubrían las ventanas. El ser le respondió: «te puedo cambiar esto que tu llamas cortina por algo de más valor». El pequeño le contestó que llamaría al profesor. En ese momento el ser sacó del cinturón uno de los rombos y lo levantó frente a Lucio, y el niño perdió el conocimiento. Cuando salió de esta especie de trance, el hombre se había ido. Lucio se fue a la cama y se tapó completamente, aunque no pudo dormir por el miedo que le causó el encuentro.

Un grito en la noche

Al día siguiente el joven amaneció sobre su cama, rígido y pálido. Fue atendido por un practicante del cuerpo de Carabineros quien señaló que se podía tratar de una gripe muy virulenta. Al mediodía Lucio abrió sus ojos y volvió a la normalidad. A las 15 horas, el joven se levantó, y se subió a una de las literas del dormitorio, para a continuación lanzarse por la ventana. Su hermano Julio vio aquello y salió corriendo para socorrer a su hermano. Para su sorpresa no lo encontró. Ni siquiera sus huellas. Lo buscaron durante toda la tarde; incluso llamaron a los carabineros, que peinaron la zona. A las nueve de la noche se escuchó un grito: «Aquí está». Todos corrieron al lugar y encontraron al alumno Donato Pérez, tendido de espaldas y a Lucio tirado boca abajo.

Donato señaló que lo vio acompañado de dos hombres, que al verle lo soltaron y cayó al suelo. La ropa de Lucio estaba sucia. y sus zapatos manchados con una arcilla gris propia de los terrenos volcánicos.Durante un examen médico, se descubrió que las yemas de sus dedos presentaban heridas provocadas por un instrumento triangular. El día 29 de junio, el pequeño Lucio Quevedo pudo relatar todo lo que había sucedido. Según su testimonio, cuando iba cayendo por la ventana, antes de tocar el suelo, dos seres bajitos lo cogieron y lo llevaron «volando» hasta el volcán Taapaca.

Al pisar el suelo en aquel lugar, sus pies quedaron marcados en el terreno. Allí habría estado en el interior de una nave y aseguró haber visto unos extraños seres. Después, estos mismos personajes lo llevaron de vuelta, y es entonces cuando se produce el encuentro con su compañero Donato. Para confirmar su historia, se realizó una expedición al Volcán. En el lugar señalado encontraron sus huellas y dos agujeros de 30 centímetros. Por nuestra parte, pudimos conversar en Arica con la señora Hermelinda Nina Vilca, antigua compañera de colegio de Lucio Quevedo, quien nos confirmó todo lo que habíamos oído sobre aquel sorprendente suceso.

Pedimos a Salinas que nos relatara de nuevo los detalles de lo ocurrido la noche del encuentro con el OVNI. «Teníamos una fogata para protegernos del frío y que nos diera algo de iluminación. Además, nos servía de punto de referencia. La noche era muy oscura. Usábamos unas mantas de campaña, que eran muy gruesas y nos protegían bastante». En esa zona, muy dura climatológicamente, llegaban a registrarse temperaturas de varios grados bajo cero, por lo que se hacía indispensable disponer de una fogata para evitar que los cuerpos se congelaran. «Los primeros en hacer la guardia fuimos Robles y yo. La idea era realizar el primer turno y poder dormir más tarde. Valdés y los demás estaban cerca de la fogata, y podíamos escuchar como cantaban y se reían. Estábamos sentados sobre unas piedras, a unos 50 metros del resto del grupo. Cuando faltaba una media hora para que terminase nuestro turno,Valdés nos llamó para comprobar que no estábamos durmiendo. Luego fuimos a tomar un café con nuestros compañeros», recuerda Salinas.



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C
<br /> Interesante lo del cabo Valdez, pero ¿donde continua?<br /> <br /> <br />
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