LOS FANTASMAS DEL CHALET BONOMI

Publicado en por ORION


EL FANTASMA DEL CHALET BONOMI
CHALET BONOMI
Hemos hablado en otra ocasión del antiguo chalet Bonomi, ubicado en la zona del Cerrito sobre la Avenida San Martín, disparador de innumerables cuentos barriales. En la anterior ocasión hicimos alusión solamente a la trágica historia de sus dueños y la construcción de la casa, pero en esta ocasión nos centramos en las peripecias de algunos de sus fantasmas más populares.

Los relatos en torno al chalet muchas veces se contradicen y difieren en la historia de la propia construcción, pero forman parte de la propia leyenda y magia del lugar, transmitida oralmente desde hace años. Uno de los cuentos en circulación, por ejemplo, se acerca a la literatura fantástica (con vuelta de tuerca) y se basa en coordenadas históricas que difieren de nuestro anterior relato. Basa los hechos, supuestamente, en una antigua casona que se erigía en el lugar donde hoy se yergue lo que queda del chalet.

Narra la historia que además de sus dos conocidas plantas, el chalet tenía un enorme sótano, construido especialmente como cárcel y refugio a la vez. El señor que habitaba el lugar, hace ya mucho tiempo, tenía una hija hermosa, rebelde y altanera. En una ocasión, en medio de una discusión política acalorada, la hija dio una tremenda bofetada al padre, lo que propició que éste, ciego de rabia, la asesinara y enterrara su cuerpo en el sótano del lugar.

Los vecinos contaban entonces que –por obra de algún espíritu del más allá- el alma de la niña vivía encantada en el ruinoso chalet. Todas las noches podía apreciarse en algún momento el paseo rutinario de la figura fantasmal, llevando antorchas que despedían un fuego mortecino. Cualquier valiente que pasara por la zona escuchaba también los aullidos, ruidos metálicos y sonidos extraños.

Esta situación se repitió durante un tiempo, hasta que una jovencita de 17 años procedente de Roma, llamada Ana Sofia, pasó a vivir en los alrededores del lugar. La joven era conocida por su carácter valiente, y no toleró con facilidad los sonidos que escuchaba por las noches.

Una noche de invierno, en la que era presa del insomnio, su curiosidad y enojo pudo más que la cautela. Se armó de un revólver, tomó un hacha y se cubrió el cuerpo con una gruesa capa. Al llegar al chalet derribó la puerta a hachazos y penetró en la casa. Se alumbraba con una pequeña linterna, que le sirvió de ayuda para registrar la planta baja en busca de la rebelde fantasma que asolaba el lugar, donde sólo halló unos cuantos hierros viejos.

Al subir a la segunda planta no pudo hallar nada que pudiera motivar los fuertes ruidos que escuchara minutos antes. Cuando ya pensaba en retirarse, sin embargo, descubre una salida secreta que conduce al sótano, y baja por una vieja y gastada escalera de piedra. Al llegar allí se topa con dos figuras espectrales, cubiertas con una suerte de sudario blanco, agitando sus brazos y lanzando gemidos. Ana Sofía, decidida, les dispara con su arma y ve cómo los cuerpos caen al suelo. Recorre el lugar rápidamente, hallando antorchas apagadas, faroles, telas blancas, velas y cadenas de hierro.

Inmediatamente después la joven salió del lugar y llamó a los vecinos, que intrigados por los ruidos comenzaban a acercarse al lugar. Cuando varios lugareños tomaron coraje para bajar nuevamente al sótano, pudieron comprobar lo que había sucedido. Sobre el piso del sótano yacían dos cadáveres envueltos en ropajes blancos, que fueron reconocidos al instante por la policía.

Se trataba de dos ladrones de larga data, que desde hacía tiempo habían instalado en el chalet Bonomi su “Cuartel de Operaciones”, aprovechando su abandono y haciendo acrecentar en la credulidad de la gente la fantástica leyenda de la “Mansión Embrujada”. Para ello encendían las antorchas y faroles, y provocaban los ruidos, logrando mantener alejados a los vecinos de la zona.

Cuenta la leyenda que desde esa recordada y lejana noche de leyenda, protagonizada por la joven Ana Sofía, los vecinos del Cerrito de la Victoria pueden pasearse tranquilamente por las calles en las calurosas noches de verano, aunque a veces resuenen los ecos de pasados fantasmas invernales.

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